Muchas gracias a todo el mundo por los comentarios a mis anteriores fotos y la calurosa acogida que he recibido aquí :)
Hace ya unos meses pasé una buena mañana fotografiando cernícalos vulgares (Falco tinnunculus) desde un acantilado que proyectaba una enorme sombra en la pared rocosa opuesta. A primera hora de la mañana los cernícalos comenzaron a hacer vuelos nupciales y, mientras dibujaban grandes círculos en el aire, recibían la intensidad de los rayos del sol naciente. La hembra posada en las sombras de la roca y el macho haciendo impresionantes picados para luego elevarse en el aire en grandes círculos. Al ganar altura, los rayos del sol lo alcanzaban de lleno por lo que exponiendo en manual, para la luz del macho, la oscuridad de las sombras se incrementaba más aún generando un efecto interesante: fondo negro y aves llenas de luz y color. Una buena ocasión para practicar composiciones en las que el sujeto principal ocupa muy poco espacio. La enorme cantidad de espacio vacío genera, en mi opinión, una sensación de libertad que apoya la percepción de esos vuelos en amplios círculos que hacen estas aves.
En circunstancias en las que hay tanto contraste, bloquear el sensor de enfoque en el ave es muy sencillo a pesar de que ocupe poco espacio en el fotograma.
Aquella mañana hice muchas fotos de cernícalo, algunas de ellas con encuadres realmente apretados, fondos desenfocados, luz a favor y un nivel de detalle muy alto. Sin embargo, me quedo con ésta imagen porque me transmite muchas más cosas que todas las demás juntas: la composición con mucho espacio libre (que se ajusta bastante a la percepción que tengo del lugar y las ganas de volar que le daban a uno al ver al cernícalo), la sensación de libertad, la visión dorsal del ave (que, a pesar del tamaño, permite reconocer rápidamente su identidad), el juego de luz y sombra (la esencia de la fotografía), la calidad y calidez de la luz reinante y las texturas de los estratos que se insinúan en el fondo oscuro. Todos esos elementos le dan, en mi opinión, “alma” a la imagen y ayudan a retratar la idiosincrasia de la especie, su comportamiento y parte de su hábitat.
Está muy extendida la idea de que un retrato implica un encuadre muy cerrado o apretado y se tiende a olvidar que para retratar, un animal o una persona, lo más importante es captar el “alma” del sujeto, lo que hace, lo que expresa, lo que le rodea o la historia que transmite con independencia del encuadre y la composición. Como ornitólogo, disfruto mucho de los encuadres cerrados que me permiten ver hasta los más mínimos detalles de un ave, pero como fotógrafo, cada vez más disfruto de los encuadres abiertos en los que la luz, el entorno o la acción predominan sobre el detalle
Nikon D300, AFS Nikkor 500VR + 1,4X-TC, exposición manual, a pulso, y recorte a unos 6Mp
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