El calafate o berberis buxifolia, según datos del libro Flora del Arch. Fueguino de E. Devereux, es un arbusto erecto que puede medir hasta 4 m de alto, sus tallos grisáceos llegan a medir 3 cm de diámetro, las espinas son generalmente simples aunque en algunos casos pueden presentarse de a 3 o 4 y miden de 7 a 20 mm. Las flores crecen de manera solitaria penden de pedúnculos, sus hojas son oblaceadas, ovadas o elípticas con espinas rígidas en el ápice. Su fruto es una baya que es comestible, se encuentra desde el archipiélago Fueguino hasta Neuquén. Con su fruto se preparan dulces, licores y Té
Los habitantes de El Calafate te dicen que tenés que comer calafate para volver a visitar esos lugares y te cuentan que hay una leyenda que dice: “. . . Al llegar la primavera los pajaritos retornaron a sus paraderos y se instalaron nuevamente entre los matorrales que rodeaban el toldo. Al verlos, la anciana se alegró mucho de volver a disfrutar su compañía. Como era bruja, sabía entenderse con ellos y les preguntó por qué se habían alejado. Las aves le respondieron que se marchaban porque si se quedaban allí se morirían de hambre, pues en invierno, cuando la nieve todo lo cubre, no encontraban nada para comer. Entonces la anciana les dijo que, si prometían no volver a abandonarla, a su debido tiempo les mostraría un alimento que ellos no conocían, pero que era muy abundante. Así fue como, al finalizar el verano y cuando los pajaritos reunidos en bandadas comenzaban nuevamente a emigrar -incluso los más precavidos ya se habían marchado- ella reunió a los que quedaban y les mostró las azules bayas de que estaban llenas las ramas de los calafates.
Tomando algunas en sus manos, las estrujó, y ofreció a los pajaritos las jugosas semillas que todos comieron con avidez y sin ningún temor hasta quedar ahitos. A partir de entonces, ninguno dc los que comieron esa fruta pensó en emigrar; todos se quedaron entre los matorrales, a la espera de que sus ramas volvieran a poblarse con las deliciosas bayas que les había enseñado a comer la bruja india. Experimentaron tan intenso deseo de volver a probar ese alimento que, desde entonces, y aun cuando la nieve alcanza a cubrir totalmente los matorrales, puede comprobarse que los pajaritos siguen revoloteando en su interior, confiando en que la generosidad del calafate les recompensará con creces su sacrificio invernal, y que al finalizar el verano volverán a banquetearse opíparamente con las sustanciosas bayas azules que producen sus ramas.
Las aves que emigran. si bien no comen directamente la fruta buscándola en las ramas de la planta, como ocurre con el chorlo, por ejemplo, tienen sobrada ocasión de probar alguna de las que arrastra el viento, y por esta razón los indios creían que quedaban embrujados y todos los indios volvían a visitar la Patagonia. Las aves regionales que no emigran, como en el caso del chingolo y la calandria, anualmente ratifican esta antiquísima leyenda, pues cuando maduran las frutas, al finalizar el verano, todas -con excepción de las carroñeras-, incluso el gigantesco ñandú, lucen sus picos teñidos de intenso y llamativo color azul...”
(http://www.noticiaspatagonicas.com.ar/servicios/leyendadelaflordelcalafate.htm)
|
coincide con esta id:
eliminar
|
|
|
|
coincide con esta id:
eliminar
|
|
|
|